XII ORDINARIO lunes 25 junio de 2018
Por Iglesia Particular.
2Re 17, 54. 13-15. 18; Sal 59; Mt 7, 1-5.
Una tentación frecuente es querer ser quienes definan las cosas, si están bien, mal, si son útiles o no; lo peor es enjuiciar a personas. Nos convertimos en jueces de los demás.
Hemos venido meditando el camino de educación en el amor que nos propone el Señor y este es un punto de llegada importante. El orgullo por lo logrado nos hace creer que podemos juzgar. La tentación detrás de la virtud y del esfuerzo.
Es como una conversión a la inversa. Si hemos encontrado al Señor, ¿por qué volvernos en contra? Es lo que sucede con el pueblo elegido y que podemos heredar como ambiente, confiar en nosotros mismos otra vez, no en el Señor.
“los hijos de Israel habían pecado contra el Señor, su Dios, que los sacó de la tierra de Egipto, y habían adorado a otros dioses, siguiendo las costumbres de las naciones que el Señor había exterminado a su llegada y que sus mismos reyes habían introducido”.
Egipto representa la esclavitud, el sometimiento a leyes ajenas, a trabajo esclavo y a no ser libres para procrear a sus hijos. era una situación semejante a la que queremos construir con la cultura de la muerte.
Está en nuestras manos volver a Cristo, no alejarnos de Él si lo hemos tomado como nuestro Maestro seguro, protector y guía. La fe y el amor nos inducen a la nueva cultura y a la civilización esperadas, las del amor.
Creerle a Jesús significa que estamos dispuestos a vivir su Palabra, todo el camino de su sermón de la montaña, que significa poner en práctica el mandato del amor. Y de ahí surge la esperanza de nuestra salvación.
Es la mirada de los discípulos por promover el reinado del Padre, definitiva meta del ministerio de Jesús encomendado a la Iglesia.