Llena de alegría, la catedral de San Buenaventura, comúnmente llamada catedral de Cuautitlán, abre sus puertas para que nuestro obispo, don Efraín Mendoza Cruz, con mucho cariño reciba a toda Nuestra Diócesis, representada en cada sacerdote, diácono, seminarista y grupo de fieles cristianos de cada parroquia para celebrar como Iglesia particular nuestro Congreso Eucarístico Diocesano.
Ahora notamos el ánimo y el entusiasmo de las diversas comunidades que van llegando a este importante encuentro, files procedentes de Zumpango, Hueypoxtla, Coyotepec, Jaltenco, por mencionar algunos de las comunidades más lejanas de nuestra diócesis; así como los fieles de Tultitlán, Melchor Ocampo, Tultepec, de Coacalco y sin duda muchos hermanos del mismo Cuautitlán. El Corazón de Nuestra diócesis, por su lado, el Seminario Diocesano de Cuautitlán, en sus diversas etapas de formación se hace presente con plena disponibilidad; nuestros futuros sacerdotes opinan que se trata de un Congreso diferente, lleno de esperanza para reencontrarnos como Pueblo de Dios y renovarnos como Iglesia Diocesana.
En el arranque de este encuentro se van ubicando los fieles divididos en las cuatro vicarías episcopales, la Vicaría de San Buenaventura, la Vicaría de la Purísima, la Vicaría de San Pablo y aquella que irrumpió en un grito de gozo cuando fue saludada por el Vicario de Pastoral, hablamos de la vicaría de san Francisco de Asís.
Además del gozo, con el friecito matutino, los asistentes fueron consentidos con un rico cafecito y un lonche para luego calentar más el ánimo alabando al Señor con las palmas, elevando las manos y reconociendo a quien nos ha reunido en su nombre, el Señor Jesús; así lo expresaba el canto, “y todos juntos es más fácil caminar”.
La llegada a este encuentro llega a su culmen con las palabras de bienvenida de parte de nuestro obispo Don Efraín Mendoza Cruz quien agradece la presencia de todos los fieles y sacerdotes, al comité central del Congreso Eucarístico y los coordinadores de comisiones. Finalizó este emotivo mensaje invitando a recibir a María nuestra dulce Madre, porque ella acompañará el camino y los buenos frutos de este congreso, cerrando a unísono con un solmene Amén.