XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
«CENTRARNOS EN LA ENSEÑANZA DE DIOS
PARA NO QUEDARNOS EN LO SUPERFICIAL»
Esta iniciativa tiene la intención de acercar más a las familias a los tesoros que abundan en la Palabra de Dios. Pongo en tus manos estos sencillos pasos que, si se llevan a cabo como se aconseja, estoy seguro que ayudarán a papás, hijos, abuelos y a todos los miembros de cada familia a conocer, comprender y poner en práctica lo que Dios una y otra vez nos dice en su palabra, que es pan que alimenta y vida para el mundo. El Espíritu Santo ilumine a cada familia en esta aventura, y la Virgen María y San José nos muestren a la Palabra hecha carne, a quien ellos mismos contemplaron.
Pbro. Martín González Soria
Catedral de San Buenaventura, Edo. de México.
PASO 1. ORAMOS EN FAMILIA
Estando reunida la familia hacen la siguiente oración:
Papá o mamá: Señor, Padre nuestro, queremos que tú seas el centro de nuestra familia. Te ofrecemos nuestro hogar y nuestro corazón. Especialmente te damos gracias por el don de la creación y de nuestra redención. Ponemos en tus manos a tantas familias que están pasando por momentos difíciles para que experimenten tu consuelo y tu paz. Amén
Todos los demás miembros de la familia: Señor, tu Palabra sea lámpara que ilumine nuestros pensamientos, palabras y acciones, a fin de que transforme y moldee el barro del que estamos hechos y así, cada vez más, tomemos la forma que tu quieres, que tú has soñado para esta familia. Virgen María, prepara nuestro corazón para acoger la Palabra como tú la acogiste y te alimentaste de ella. Amén.
PASO 2. ESCUCHAMOS EN FAMILIA LA BUENA NOTICIA
En este ambiente de oración leemos y escuchamos el pasaje bíblico: (un miembro de la familia lee 2 veces el pasaje del evangelio según San Marcos Capítulo 7, versículos 1 al 8. 14 al 15. 21 al 23)
Del Santo Evangelio según San Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23
Dejan a un lado el mandamiento de Dios
para aferrarse a las tradiciones de lo hombres
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: «¿Por qué tus discípulos comen con las manos impuras y no siguen con la tradición de nuestros mayores?» (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, seguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones; y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y la ollas).
Jesús les contestó: «¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres».
Después Jesús llamó a la gente y les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre.
Palabra del Señor.
PASO 3. ANTES DEL DIÁLOGO EN FAMILIA ES NECESARIO TENER EN CUENTA QUE …
- Jesús nos pide que escuchemos y entendamos que nada que entre de fuera puede manchar al hombre, lo que sí lo mancha son las intenciones malas que salen de su corazón: las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad,etc. Para los judíos, el corazón designa la totalidad del hombre interior, no sólo es un órgano que cumple funciones en el organismo. Cuando Jesús afirma que del corazón salen las intenciones malas, quiere decirnos que todo el hombre entra en juego, su libertad, su voluntad, sus sentimientos y su consciencia. De esta manera nos está diciendo una verdad fundamental: «CUIDA LO QUE SALE DE TU CORAZÓN». Esto lo tenían muy olvidado los escribas y los escribas, podemos decir que no les interesaba, a lo que ellos daban todo el peso e importancia era al cumplimiento de tradiciones exteriores, como lavarse las manos hasta el codo, purificar los vasos, las jarras y las ollas, creyendo que de esta manera, eran gratos a los ojos de Dios. Por eso Jesús les recuerda lo que profetizó de ellos Eías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el precepto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos», e incluso los llama hipócritas porque descuidan las intenciones de su corazón, que es lo esencial, y se enfrascan en leyes humanas que se han dictado pero que sólo se centran en lo externo. ¿De qué sirve afanarse tanto por lo exterior si lo interior está impresentable?
- Jesús nos recuerda una vez más que la esencia del hombre no está en su exterior sino en la belleza de su interior porque del corazón también brota lo más noble y digno de la persona, por eso Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón (1Sam 16,7), Él sondea el corazón de sus hijos (1Cro 29,17) y no se queda con miradas superficiales y aparentes, de ahí que el salmista le pida en su oración: «Crea en mí un corazón puro» (Sal 50,12), quien recibe un corazón nuevo ha experimentado un cambio interior, el Señor puede arrancar del hombre «el corazón de piedra» y ponerle un «corazón de carne» (Ex 36,26). ¿Qué es lo realmente importante y necesario, la salvación y la vida eterna a la que estamos llamados, o la vida efímera del cuerpo en la que gastamos tanto trabajo y tiempo?
DIALOGAMOS EN FAMILIA CON LA BUENA NOTICIA
- Compartimos en familia lo que el Espíritu Santo nos ilumina y respondemos a las siguientes preguntas: ¿Consideramos que el mundo de hoy le da más importancia a la apariencia que a la vida interior? ¿En qué lo notamos? ¿De qué nos puede servir afanarnos tanto por lo exterior si nuestro interior está impresentable? ¿Qué es mejor, vivir una religión de cumplimiento o una religión de convencimiento? ¿Por qué?
- ¿Qué es lo realmente importante y necesario, la salvación y la vida eterna a la que estamos llamados, o la vida efímera del cuerpo en la que gastamos tanto trabajo y tiempo? ¿Cómo podemos vivir para que de nuestro corazón salgan buenas intenciones? ¿Notas que hay un divorcio entre lo que creemos y lo que hacemos? ¿Da ejemplos?
- ¿Nuestro culto en la liturgia agrada a Dios porque nuestro corazón está cerca de él o solo participamos por cumplir con preceptos pero en realidad nuestro corazón está lejos de Dios? ¿Qué podemos hacer para que nuestro corazón esté cerca de Dios? ¿Qué intenciones podemos cambiar para que de nuestro corazón brote la comprensión, la misericordia, la comprensión y los demás valores del evangelio?
PASO 4. ORAMOS Y AGRADECEMOS EN FAMILIA
En torno a una biblia abierta, donde se encuentra el pasaje que acabamos de meditar, y puesta al centro de la familia en una mesita con un cirio encendido, hacemos esta oración.
Decimos todos: «Gracias Señor Jesús porque hoy tu Palabra nos ilumina sobre lo realmente importante, nuestro interior. Danos tu gracia para no caer en el peligro de vivir una fe que sólo se centre en cumplir reglas externas que no tocan la vida y el corazón, sino una fe que transforme nuestro corazón a fin de que de él salgan buenas intenciones. Amén.
Dios nos ha hablado en su Palabra, ahora ¿qué le respondemos nosotros?, ¿qué nos anima la Palabra decirle a Jesús? A partir de une frase o una actitud de Jesús puedes hacer tu oración. Espontáneamente cada miembro hace oración en voz alta. Finalmente buscamos el canto en google: «Estoy a la puerta y llamo» y lo escuchamos con atención.
PASO 5. PARA SABER MÁS…
La palabra «Fariseo» quiere decir «apartado» o el que no se junta con los demás. Este grupo con el que Jesús entra en confrontación en los evangelios se caracterizaba por dar demasiada importancia a la apariencia externa: amplios ropajes que llamaban la atención de la gente, de ahí que les gustaba ser el centro de atención; también les gustaba que les llamaran con títulos de honor: maestro, guía, etc; además les atraía ocupar los asientos de honor en las sinagogas. En una palabra, creían que agradaban a Dios cumpliendo obras externas pero que no tocaban su interior, esto les daba «derecho» a despreciar a los demás porque los consideraban pecadores, mientras que ellos eran los únicos «justos». Jesús los desenmascara y les hacer ver que lo realmente importante no es el cumplimiento externo de leyes humanas sino la vivencia interna del amor, la misericordia y la fraternidad.