“Yo soy el camino, la verdad y la vida.

IV PASCUA viernes 8 mayo 2020
Hech 13, 26-33; Sal 2; Jn 14, 1-6
Manteniendo el tono amistoso, cercano, sincero, Jesús anima a sus discípulos hacia la paz que viene de Dios. La fe en Jesús es la misma fe en el Padre, en Dios. Y si ahora está Jesús con los discípulos de manera tan íntima, así será cuando Él vuelva a su Padre.
“Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes”. Sólo un amigo fiel hace esta promesa. Sin embargo surge en los discípulos la incertidumbre, a dónde y cómo ir.
Nuevamente Jesús manifiesta su amor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”. Así Jesús aclara su identidad: es el enviado para dar a conocer al Padre y es el guía para llegar al Padre. Es la Palabra de vida y el camino para cumplirla.
Esta revelación del Padre y de la entrega de su vida a través del Hijo es la gran verdad que los discípulos están descubriendo y que probarán en sí mismos. Aún Pablo, que no está entre los doce, recibe del Señor esta vida por pura gratuidad de Cristo Resucitado.
Por eso el anuncio que hace Pablo no es una disertación de historia o de teología, aunque las contiene, sino una experiencia de vida personal. Pablo es conocedor profundo de la Ley, ahora, por la gracia de Cristo, sabe interpretarla desde el mismo Cristo.
Este camino de conversión en los mismos discípulos es fruto de la obediencia al Espíritu que la Iglesia vive como fundamento de su identidad y misión. Nosotros, miembros de la Iglesia, no podemos limitarnos a la comprensión inicial de la fe por el catecismo de la infancia; es necesario profundizar nuestra fe para llevarla a la vida y anunciarla coherentemente.

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