Homilía del Señor Obispo Don Guillermo Ortiz Mondragón

VII PASCUA lunes 3 junio 2019 junio 2019

Santos Carlos Lwanga y Compañeros, mártires.

Hech 19,1-8; Sal 67; Jn 16, 29-33

Platicando, vamos del nivel superficial al más profundo: el clima, las noticias, de nuestros estados de salud o de ánimo; podemos discutir y si continuamos, llegamos a la amistad y entendemos todo lo que nos dijimos, nos aceptamos.

Jesús ha hablado en la Cena de sí mismo y ha acompañado su Palabra con gestos concretos, tal vez el más impactante ha sido el Lavatorio de los pies. Y así ha profundizado en su relación con el Padre, el don del amor, permanecer en Él.

De ahí la reacción de los discípulos: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas”. ¡Eso necesitamos! Entender la fe como amor que Jesús nos comparte y en la que nos transmite su sabiduría: “no necesitas que nadie te pregunte”.

Dialogar con Jesús es acrecentar nuestra fe, y comprender nuestra existencia, apoyados en la aceptación total a Él: “creemos que has venido de Dios”. Desde el Bautismo y la Confirmación recibimos el don del Espíritu, su amor.

En el caminar de la Iglesia, los discípulos viven, anuncian y realizan el ministerio de Jesús. En este pasaje de los Hechos de los apóstoles lo vemos, los que se han convertido no habían oído del Espíritu Santo.

Pablo completa la catequesis y: “los discípulos fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús, y cuando Pablo les impuso las manos, descendió el Espíritu Santo”. Así comienzan los signos de una nueva vida.

La Palabra y los Signos, como en Jesús, son la actuación constante de la Iglesia desde el principio y nuestra misión es esa. Entrar en la sabiduría de Dios, por la fe, es acción del Espíritu Santo.

El testimonio que nos dan San Carlos Lwanga y sus compañeros mártires es el de una Iglesia naciente donde presbíteros, catequistas, catecúmenos optan por la vida del Reino.

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