IV ORDINARIO Martes 5 de febrero de 2019
Rojo Fiesta de San Felipe de Jesús, mártir.
Sab 3, 1-9; Sal 123; 2Cor 4, 7-15; Lc 9, 23-26.
Con frecuencia nos encontramos viviendo una fe que se limita a momentos y días en los que tenemos contacto con el Señor. Ciertamente nuestra fe nos lleva a estar con el Señor, pero siempre es sólo superficialmente.
Por otro lado, no logramos una relación continuada con Él. La mayor parte de nosotros estamos sólo atentos a eventos específicos. Navidad, Semana Santa, la Fiesta Patronal, y tal vez algunas otras fechas por compromisos.
La vida cristiana es de seguimiento de Cristo. Y un seguimiento se refiere a una realidad continua, creciente. Encontrarnos con Cristo, conocerlo, aceptarlo, dar nuestra aceptación a su vida, su mensaje, su doctrina, su vida.
Y el seguimiento crea un proceso de identificación. Nos vamos asemejando cada día más a Él como hijos obedientes del Padre. No sólo lo imitamos, sino que hacemos nuestra su vida. Así desechamos lo que nos estorba.
Así lo entiende y lo vive el joven Felipe de Jesús. Experimenta el llamado y no se cansa de seguir a Jesús. Llega el momento del testimonio y como justo vive su entrega: “Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí”.
El Señor llama en cualquier etapa de la vida. Llamar a un joven, como Felipe es confiar en lo que el mismo Padre da por edio de su Hijo, la verdad y la fuerza del Espíritu Santo. Felipe de muestra de generosidad y confianza en el Padre.
La fe es un don maravilloso que da fortaleza. La fragilidad está en nuestra perseverancia para acrecentarla, nutrirla de la oración y la Palabra. Entregados al Señor podermos hace rque dé fruto.
La higuera estéril en casa de Felipe expresa un camino de lucha por vivir en Cristo. Miremos hoy a los jóvenes necesitados de esta fuerza. Que San Felipe nos guíe con su ejemplo.